Arturo Parra Ochoa
Acapulco, Gro., 13 de enero de 2008.- La Iglesia Católica pide la conversión y el perdón para los autores del crimen del párroco de Copanatoyac, Nicolás Vega Gálvez, pero deja en manos de la justicia la aplicación de la ley, declaró el arzobispo de Acapulco, Felipe Aguirre Franco, quien exhortó a los agresores a rehabilitarse y abandonar el camino de la delincuencia, al tiempo de señalar que con este hecho se demuestra que los clérigos también están expuestos a la violencia que se ha generalizado en la entidad.
El jueves por la noche, en una comunidad de Copanatoyac, el sacerdote católico Nicolás Vega fue asesinado a balazos afuera de una cantina, al parecer luego de discutir con dos hombres, uno de los cuales sacó una pistola con la cual le disparó y luego fue detenido por la policía. Se trata de Hermenegildo de Jesús Rivera, mientras que el otro se llama Vladimir Gómez Flores.
“Todos estamos inmersos en un ambiente de violencia; somos hijos de este pueblo violento donde se utilizan las armas para querer remediar todo tipo de situaciones, y los sacerdotes también estamos expuesto a estas agresiones. Tan solo en el año 2007, murieron de manera violenta 27 ministros religiosos en todo el mundo, dos de ellos en México”, expuso el vicario de la Arquidiócesis de Acapulco.
Durante la conferencia de prensa dominical, remarcó que los hechos de violencia no terminaron con el año, sino que continúa la misma situación, a veces haciéndose más presente que en otras fechas, pero que la Iglesia Católica augura y tiene la esperanza de que pronto arribemos a una vida mejor.
Preconizó el reciente mensaje del Presidente Felipe Calderón, en relación con la lucha que deberán emprender los mexicanos contra la inseguridad pública y el crimen organizado, y sugirió que en este sentido se promueva la profesionalización de los cuerpos de seguridad y de las instituciones encargadas de procurar y administrar justicia, “no solamente en cuestiones técnicas y científicas, sino también éticas, con miras a recuperar la confianza de los ciudadanos”, dijo.
Apuntó que la sociedad tiene que participar “verificando que la autoridad lleve a cabo el saneamiento de los cuerpos de seguridad y las instancias de procuración de justicia, para que sean confiables y garanticen una lucha a fondo contra el narcotráfico y toda forma de delincuencia organizada, porque a la fecha no ha sido confiable la denuncia, por los crímenes, levantamientos y ejecuciones, dejando en la impunidad a los delincuentes”.
Los elementos encargados de la seguridad, sostuvo Aguirre Franco, “deben ser los primeros profesionistas en derechos humanos, para que el pueblo pueda confiar en ellos y en sus autoridades”.
Por otro lado, en su homilía de ayer domingo, el arzobispo de Acapulco señaló, refiriéndose a los grupos armados, que la justicia, la democracia y la libertad, “no se logran por la fuerza de las armas, pues éstas generan una espiral de violencia que es muy difícil detener o controlar; provocan divisionismos y enfrentamientos al interior de las comunidades, que producen más miseria y atraso.
“Cuando se pone la confianza en las armas –subrayó-, la autoridad se siente obligada a gastar inmensos recursos en la modernización y operación de las fuerzas públicas; y con ello, el gasto social se reduce, en perjuicio de los mismos pobres a quienes se pretende defender”.
El jueves por la noche, en una comunidad de Copanatoyac, el sacerdote católico Nicolás Vega fue asesinado a balazos afuera de una cantina, al parecer luego de discutir con dos hombres, uno de los cuales sacó una pistola con la cual le disparó y luego fue detenido por la policía. Se trata de Hermenegildo de Jesús Rivera, mientras que el otro se llama Vladimir Gómez Flores.
“Todos estamos inmersos en un ambiente de violencia; somos hijos de este pueblo violento donde se utilizan las armas para querer remediar todo tipo de situaciones, y los sacerdotes también estamos expuesto a estas agresiones. Tan solo en el año 2007, murieron de manera violenta 27 ministros religiosos en todo el mundo, dos de ellos en México”, expuso el vicario de la Arquidiócesis de Acapulco.
Durante la conferencia de prensa dominical, remarcó que los hechos de violencia no terminaron con el año, sino que continúa la misma situación, a veces haciéndose más presente que en otras fechas, pero que la Iglesia Católica augura y tiene la esperanza de que pronto arribemos a una vida mejor.
Preconizó el reciente mensaje del Presidente Felipe Calderón, en relación con la lucha que deberán emprender los mexicanos contra la inseguridad pública y el crimen organizado, y sugirió que en este sentido se promueva la profesionalización de los cuerpos de seguridad y de las instituciones encargadas de procurar y administrar justicia, “no solamente en cuestiones técnicas y científicas, sino también éticas, con miras a recuperar la confianza de los ciudadanos”, dijo.
Apuntó que la sociedad tiene que participar “verificando que la autoridad lleve a cabo el saneamiento de los cuerpos de seguridad y las instancias de procuración de justicia, para que sean confiables y garanticen una lucha a fondo contra el narcotráfico y toda forma de delincuencia organizada, porque a la fecha no ha sido confiable la denuncia, por los crímenes, levantamientos y ejecuciones, dejando en la impunidad a los delincuentes”.
Los elementos encargados de la seguridad, sostuvo Aguirre Franco, “deben ser los primeros profesionistas en derechos humanos, para que el pueblo pueda confiar en ellos y en sus autoridades”.
Por otro lado, en su homilía de ayer domingo, el arzobispo de Acapulco señaló, refiriéndose a los grupos armados, que la justicia, la democracia y la libertad, “no se logran por la fuerza de las armas, pues éstas generan una espiral de violencia que es muy difícil detener o controlar; provocan divisionismos y enfrentamientos al interior de las comunidades, que producen más miseria y atraso.
“Cuando se pone la confianza en las armas –subrayó-, la autoridad se siente obligada a gastar inmensos recursos en la modernización y operación de las fuerzas públicas; y con ello, el gasto social se reduce, en perjuicio de los mismos pobres a quienes se pretende defender”.
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