Arturo Parra Ochoa
Acapulco, Gro., 6 de enero de 2008.- La Arquidiócesis de Acapulco exhortó a los comerciantes, molineros y transportistas a que sean solidarios con la población, que cobren lo justo y no aumenten sus precios y tarifas; y a las autoridades a poner control y establecer medidas de revisión para evitar abusos.
“Aunque palo dado ni Dios lo quita”, expresó ayer el obispo auxiliar de Acapulco, Juan Navarro Castellanos, durante la conferencia de prensa dominical, al referirse a la disparidad entre el incremento a los salarios mínimos que entró en vigor este mes, con el alza a la gasolina, el transporte, el gas, las tortillas y las tarifas eléctricas, entre otros productos de consumo generalizado que han subido de precio.
Recordó que “esto sucede cada año; viene un aumento al salario, de cuatro por ciento, pero inmediatamente y de acuerdo a la ley de la oferta y la demanda, suben hasta el 10 por ciento los productos; desgraciadamente así están las cosas, pero nosotros estamos en la línea ética y moral, de pedirles a los comerciantes y a los transportistas que sean más solidarios y superen esa visión egoísta e individualista, que pensemos no solamente en nosotros mismos, sino también en los demás”.
Antes, durante su homilía, Navarro Castellanos insistió en rechazar el aborto, cuando se refirió a Herodes “que no se tentó el corazón al mandar asesinar a niños inocentes. Ordenó eliminar a muchos niños, con tal de proteger sus intereses. Ojalá nadie repita hoy este crimen. Que ninguna pareja aborte a su hijo ya engendrado, sólo porque ya no podrán seguir estudiando, o por el qué dirán... Que ningún gobernante se haga responsable de que nuestros impuestos se destinen a financiar abortos en clínicas oficiales, como pretenden algunos grupos y personas”, apuntó el obispo.
Ya en la conferencia de prensa, el representante de la Iglesia Católica recalcó que el inicio de este año ha sido de incertidumbre, “por las condiciones y las decisiones económicas que se suelen hacer en lo que se refiere a salarios y alza de precios”.
Enfatizó que es desproporcionado el incremento de precios y tarifas que se ha dado como consecuencia del “gasolinazo”, en comparación con el aumento al salario mínimo de los trabajadores.
Otro de los temas que preocupan a la Iglesia, dijo, “y sobre todo a los campesinos, es la entrada en vigor del capítulo agrícola del Tratado de Libre Comercio con América del Norte, que libera el comercio de más de mil 100 productos, entre ellos el maíz, el frijol y el azúcar.
“La inconformidad es razonable –agregó- porque no se observan las condiciones para que los campesinos mexicanos puedan competir en precios, calidad y volúmenes de producción con los de Estados Unidos y Canadá”.
El TLCAN, subrayó, “es un tratado entre países con economías asimétricas, que no beneficia de manera sustancial a los más pobres y mantiene relaciones de dependencia. Por ello los estudiosos de la ciencia económica, los trabajadores del sector y los responsables políticos, deben advertir la urgencia de replantear la economía, poniendo la dignidad de la persona en el centro de la discusión”.
Acapulco, Gro., 6 de enero de 2008.- La Arquidiócesis de Acapulco exhortó a los comerciantes, molineros y transportistas a que sean solidarios con la población, que cobren lo justo y no aumenten sus precios y tarifas; y a las autoridades a poner control y establecer medidas de revisión para evitar abusos.
“Aunque palo dado ni Dios lo quita”, expresó ayer el obispo auxiliar de Acapulco, Juan Navarro Castellanos, durante la conferencia de prensa dominical, al referirse a la disparidad entre el incremento a los salarios mínimos que entró en vigor este mes, con el alza a la gasolina, el transporte, el gas, las tortillas y las tarifas eléctricas, entre otros productos de consumo generalizado que han subido de precio.
Recordó que “esto sucede cada año; viene un aumento al salario, de cuatro por ciento, pero inmediatamente y de acuerdo a la ley de la oferta y la demanda, suben hasta el 10 por ciento los productos; desgraciadamente así están las cosas, pero nosotros estamos en la línea ética y moral, de pedirles a los comerciantes y a los transportistas que sean más solidarios y superen esa visión egoísta e individualista, que pensemos no solamente en nosotros mismos, sino también en los demás”.
Antes, durante su homilía, Navarro Castellanos insistió en rechazar el aborto, cuando se refirió a Herodes “que no se tentó el corazón al mandar asesinar a niños inocentes. Ordenó eliminar a muchos niños, con tal de proteger sus intereses. Ojalá nadie repita hoy este crimen. Que ninguna pareja aborte a su hijo ya engendrado, sólo porque ya no podrán seguir estudiando, o por el qué dirán... Que ningún gobernante se haga responsable de que nuestros impuestos se destinen a financiar abortos en clínicas oficiales, como pretenden algunos grupos y personas”, apuntó el obispo.
Ya en la conferencia de prensa, el representante de la Iglesia Católica recalcó que el inicio de este año ha sido de incertidumbre, “por las condiciones y las decisiones económicas que se suelen hacer en lo que se refiere a salarios y alza de precios”.
Enfatizó que es desproporcionado el incremento de precios y tarifas que se ha dado como consecuencia del “gasolinazo”, en comparación con el aumento al salario mínimo de los trabajadores.
Otro de los temas que preocupan a la Iglesia, dijo, “y sobre todo a los campesinos, es la entrada en vigor del capítulo agrícola del Tratado de Libre Comercio con América del Norte, que libera el comercio de más de mil 100 productos, entre ellos el maíz, el frijol y el azúcar.
“La inconformidad es razonable –agregó- porque no se observan las condiciones para que los campesinos mexicanos puedan competir en precios, calidad y volúmenes de producción con los de Estados Unidos y Canadá”.
El TLCAN, subrayó, “es un tratado entre países con economías asimétricas, que no beneficia de manera sustancial a los más pobres y mantiene relaciones de dependencia. Por ello los estudiosos de la ciencia económica, los trabajadores del sector y los responsables políticos, deben advertir la urgencia de replantear la economía, poniendo la dignidad de la persona en el centro de la discusión”.
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